La he cagado. La he cagado mucho. Tengo a esa cosa sentada en mi sofá y no sé qué hacer con ella. A estas alturas me da entre asco y miedo. No entiendo cómo pude sentir lástima por ella. ¿Por qué me la llevé a casa? Todo esto ya resultaría bastante incómodo sin tener una especie de zombi babeando en el salón. No puedo dejar de mirarla. Tiene un “algo” que me parece inquietante. Creo que está dejando de parecerse a mí. O a lo que era “yo”. ¿Eso es posible? Aunque, pensándolo bien, ¿quién es más “yo” de las dos? Estoy un poco confundida a ese respecto. El psicólogo de Transfex me dijo que me sentiría extraña y que, poco a poco, iría disociando mi identidad como humana del hecho de tener un cuerpo biológico. Quizás eso explica por qué estoy sintiendo este rechazo hacia mi… carcasa. Claro que él no contaba con que me la llevaría a vivir conmigo.
Pero lo he hecho. Soy (o tal vez debería decir “era”) así de sensiblera. Y es que cuando el proceso de transferencia finalizó y vi ese cuerpo ahí abandonado; en la raquítica silla de madera oscura que cojeaba molestamente y en la que había estado “yo” sentada hacía apenas unos minutos, no lo pude evitar, sentí pena. Fue por sus ojos. Los vi tan brillantes y llenos de vida… ¿Cómo iba a permitir que la desecharan sin más? Ahora me parece que su mirada es como la de un pescado que lleva demasiados días expuesto. Sus iris están perdiendo color, y todo el glóbulo ocular se le empieza a cubrir por un velo gelatinoso semitransparente. Creo que su piel está adquiriendo un tono grisáceo. ¡Se está pudriendo en vida! Porque respirar, respira, y si le hablo parece que me oye. Hasta me sigue con la mirada allá dónde voy. El biólogo ya me avisó de que esto sucedería, se ve que es un efecto secundario de la transferencia, pero no quise creérmelo. Y después de mucho discutir, dejaron que me la llevara, no sin antes leer y aceptar una ristra interminable de avisos, acuerdos y exenciones de responsabilidad.
¿Qué voy a hacer con ella? En Transfex me dejaron bien claro que si me la entregaban no la volverían a aceptar, y que “yo” sería la única culpable de lo que le pasara. Me da miedo pensar que seguirá descomponiéndose. No sé hasta qué punto puede seguir con vida si su cuerpo se va deteriorando a este ritmo. Al menos, si lo necesito, puedo desactivar mi sensor de olor… Me pregunto qué pasaría si decidiera acelerar ese proceso, ¿se consideraría asesinato? Lo he consultado y no he encontrado ningún precedente. Me fascina pensar qué la mantiene con vida. Me cuesta creer que “yo” estaba dentro de ese cuerpo hacía apenas unos días…
Y a propósito de eso, me he centrado tanto en la carcasa-zombi que no me he parado a pensar en lo que me ha pasado a “mí”. Ni siquiera me he mirado al espejo para ver cómo es el nuevo “cuerpo” que habito. De momento lo que he podido ver es muy realista. Mis extremidades parecen prácticamente las mismas que antes de pasar por la transferencia, incluyendo las manos que no han perdido el sentido del tacto. No sé si estoy preparada para quitarme el vestido blanco con el que cubrieron mis, espero, voluptuosas curvas. Ya que estábamos me puse un poco más de culo, y aumenté notablemente mi talla de sujetador. También aproveché para ponerme el pelo azul, los ojos verdes y quitarme un par de pecas que monopolizaban buena parte de las conversaciones con mi madre. En teoría debería verme mejor y estar contenta con los retoques, pero en cierto modo me da miedo no ser capaz de reconocerme. Sé que ahora estoy en un “cuerpo” hecho de titanio y no sé qué material súper innovador que tiene un montón de ventajas, aun así me gustaría que siguiera pareciendo humano. Y que siguiera pareciendo “yo”.
Volviendo a mi nueva compañera de piso, me pregunto si alimentándola podríamos retrasar su desaparición. Lo consulto y encuentro veintitrés precedentes. Descubro un grupo de apoyo para transferidos que están cuidando de sus carcasas, igual que “yo”. Me reconforta averiguar que no soy la única que se ha dejado llevar por sus sentimientos. Según los comentarios a los que voy accediendo, mi idea de convivir con la zombi no resulta tan descabellada. Incluso encuentro un chico (si es que todavía tiene sentido diferenciar su sexo o su género) que ha logrado comunicarse con el suyo. Eso hace que me cuestione el significado de la palabra “vida”. Si recibe los estímulos necesarios, ¿puede mi carcasa vivir sin tener consciencia, recuerdos o sentimientos? O mejor aún, ¿llegar a tener todo eso? A pesar de que la entrada más antigua apenas tiene un año y medio, me anima a intentarlo. Quién sabe lo que podremos conseguir a largo plazo.
Llegados a este punto no puedo evitar cuestionarme si “yo” misma sigo teniendo esas cualidades. Puede que ya no quede nada de ellas, que las hayan sustituido por una buena capacidad de almacenaje y un montón de cálculos estadísticos. Si ese fuera el caso, no sé si se podría considerar que estoy viva. Entonces, ¿quién sería la más humana de las dos? ¿Y de quién serían la consciencia, los recuerdos y estos sentimientos que nos unen?
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